CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
HOMILÍA DEL NUNCIO APOSTÓLICO DE ISRAEL Y PALESTINA
MONS. ADOLFO TITO YLLANA
Tercera Peregrinación Virtual
Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor Jesús:
Concluye vuestra peregrinación virtual este domingo con la Celebración Eucarística del Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario. Durante vuestra peregrinación virtual habéis rezado y meditado sobre los eventos en estos lugares santos, como se narra particularmente lo que se narra en el Nuevo Testamento.
Sentisteis presentes, reviviendo lo que sucedió allí, mientras escuchabais a Cristo hablando y enseñando a las personas que lo seguían. También habéis podido imaginar a los personajes, los acontecimientos, los lugares del Antiguo Testamento. En la liturgia del día de hoy se nos hace seguir la Peregrinación del Pueblo de Dios antes de que entraran a la Tierra Prometida y
A lo largo de 40 años marchando por el desierto ahora, finalmente, concluirá su peregrinación. Fueron testigos de las maravillas que dios obró en medio de ellos. Verán que finalmente vivirán en la Tierra Prometida. Moisés proclama al Pueblo lo que Dios quería que hagan para que ellos, sus hijos y sus nietos puedan disfrutar de las bendiciones prometidas por Dios y así prolongaran su vida en una Tierra Prometida donde mana leche y miel que Dios les ha prometido a sus padres: Abraham, Isaac y Jacob.
Como Pueblo de la Alianza, Moisés les enseña e instruye lo que Dios quiere de ellos, les dice que guarden todos los mandatos y preceptos que les dio a lo largo de los días de su vida. ¿Cuáles son estos mandatos o preceptos? Moisés dibuja el plano para el Pueblo con estas palabras: “Escucha, Israel. El Señor, nuestro Dios, es solamente Uno. Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy os digo quedarán en vuestra memoria”.
El Pueblo de Dios debía hacer tres cosas: Oír, escuchar y obedecer. Oír es recibir cada palabra por los oídos en lo que se manda. Escuchar es recibir o absorber en el corazón, el alma y en el ser los mandatos. Obedecer es actuar y vivir de acuerdo con lo que se manda. En otras palabras: Aceptar con todo su ser es sin reservas la voluntad de Dios para su pueblo, es decir, con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.
El cristiano está llamado a vivir según la ley del amor: Amar a Dios sobre todo, en primer lugar, y al prójimo como a uno mismo con todo el ser. Esto es lo que el Señor enseñó en su vida cuando se entregó a sí mismo en la cruz por el amor de toda la humanidad, mostrando el significado de su enseñanza, de que nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.
Amar no es poesía para recitar, de una moda pasajera de que la gente se sienta atraída a hablar, porque es agradable escuchar. Pero como encontramos en la primera lectura: El amor se nos pide mantener a lo largo de los días de nuestra vida. Uno ama como cristiano, como seguidor de Cristo sólo cuando puede hacer presente en su vida diaria lo que Cristo enseñó e hizo. Así como lo habéis hecho siguiendo los acontecimientos en el Evangelio durante vuestra peregrinación virtual
Esos eventos están presentes en sus mentes. Como cuando recuerdan que caminamos a través de los eventos que escuchamos de Cristo, como en la historia del Buen Samaritano y vemos con qué compasión vio a los que sufrían de enfermedades, los que murieron entre los muchos.
En el Evangelio de hoy, un escriba le pidió a nuestro Señor que explicara cuál es el más grande de los mandamientos. Tengan en cuenta que según la tradición de Moisés los judíos tenían al menos 613 leyes individuales para guardar y observar. Cristo recita y repite al escriba el Shmá, es decir, lo que estaba ordenado en la Ley de Moisés; él dijo: “Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios es solamente Uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma y con todo tu ser”. Luego Cristo perfecciona la Ley diciendo: “El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo”. El escriba aceptó con aprobación lo que dijo Jesús y lo repitió. Y luego nuestro Señor le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”.
Todo lo que habéis hecho en la peregrinación virtual a lo largo de estas semanas, debería llevarlos a lo que significa escuchar y seguir a la persona de Jesucristo, en sus enseñanzas y vivir en vuestras propias circunstancias actuales en lo que Él espera de vosotros: Amar como Él enseño y vivió.
Lo que haremos a partir de hoy debe mostrar los frutos de vuestra peregrinación al vivir los mandamientos de Dios como los estableció Moisés y nos enseñó en su perfección Jesucristo mismo. El mandamiento del amor lo podemos testimoniar a partir de las prácticas de las obras de misericordia espirituales y corporales, como nos enseña la Iglesia. De esta manera, nuestro amor a Dios y al prójimo como a nosotros mismos puede convertirse en lo que hemos enseñado en la primera lectura de la misa de hoy: Con toda la vida y mientras vivamos.
Que podamos recibir la bendición de una vida feliz de Dios, cuyo amor nunca nos falla. Al hacerlo, es posible que, como el escriba que se acercó a Jesús, pueda ser que nosotros podamos ser recibidos en el Reino de Dios, donde sólo reina el amor. Así sea.
En el siguiente enlace puedes ver la Celebración Eucarística: https://www.youtube.com/watch?v=L8iMrAVYSH
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